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¡Salúdeme Compadre!

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Comenzamos con una leyenda narrada cerca del poblado vecino de Coatepec, Tuzamapan; característico por su grandes siembras de caña de azúcar, maíz y otras cosechas que se hacen a lo largo del año siendo así la localidad punto clave en cuanto aportaciones agrícolas se habla. Teniendo un pequeño contexto, comencemos con la leyenda que lleva por nombre ¡Salúdeme, compadre!. Que se encuentra en el libro Ecos del Cafetal de Margarita Castillo León, pp.140-143. En esta leyenda podemos encontrar el gran trasfondo religioso de la región y la importancia que se tiene en cuanto a los sacramentos católicos. Teniendo la
descripción del escenario comienza la leyenda:

                                       ¡Salúdeme Compadre!

En los campos cercanos a Tuzamapan, se encontraba Graciano arando con su yunta para sembrar maíz y frijol, había trabajado desde temprano, para la tarde se encontraba agotado, con su ropa llena de tierra, dio por terminada la labor del día, recogió sus cosas y se dispuso a ir al río para darle de beber a sus sedientos bueyes compañeros de trabajo. 

Al llegar al rio los animales apresuraron su paso para poder tomar agua y el crujido de la hojarasca era lo único que se escuchaba en aquel lugar, aparte del sonido relajador del agua corriendo en el rio. Al llegar toda esa quietud se vio interrumpida por un repentino y estremecedor grito de mujer, Graciano al escuchar esto sintió como un escalofrío lo recorría, pensó “ha de ser la llorona” sin hacer más siguió en el lugar observando como sus animales se inclinaban para tomar agua, al mismo tiempo se volvió a escuchar el mismo llanto; pero esta vez reconoció que no era de una mujer, si no se trataba de un bebe recién nacido, que lloraba lastimosamente y se escuchaba rio arriba hasta perderse. 

Al terminar los animales de beber agua, Graciano se dispuso a volver a sus casa, pero durante la noche estuvo pensando sobre aquel suceso, tanto lo preocupo que decidió ir a pedirle un consejo a un cura en Coatepec. Por la mañana llegando a la iglesia, buscó al cura y procedió a contarle lo sucedido. El cura tras haberlo escuchado con atención le dijo:

-Te voy a dar el manto de la virgen, y cuando oigas el llanto de la criatura lo tiendes en una piedra y ahí lo dejas. Al otro día vas a ver que hay, y lo que encuentres me lo traes.

Graciano tomó la tela con delicadeza y emprendió el camino de regreso y antes de llegar a su casa paso al rio, al ocurrió lo mismo que el día anterior; se escuchó el alarido de una mujer seguido por el llanto de un bebé y tras escucharlos el hombre desenvolvió la prenda y la extendió en una piedra.

Al día siguiente volvió y con asombro, encontró un pequeño esqueleto sobre el manto. Tomándolo con cuidado lo envolvió y emprendió camino a Coatepec a ver al cura,al llegar el sacerdote le dijo:

-Mira es un niño que anda penando por que no fue bautizado, y ahora aquí y ahora lo vamos a bautizar y tu vas a ser el padrino. Graciano acepto de buena manera, una vez terminada la ceremonia de bautismo, el sacerdote le explico lo que seguía.

-Ahora lo llevas a enterrar, pero hay una cosa: en la noche va a ir ella, la madre: te va a tocar la puerta y te va a hablar, va a querer que le abras. No lo vayas a hacer, porque te va a querer saludar de mano, y si se la das, entonces te lleva y tú te mueres. 

Graciano reiteró sus respetos y agradeció al cura y se dirigió al panteón. Sepultó los restos del recién nacido, colocó una pequeña cruz de flores y agua bendita.

-‘Ora sí, ahijado, ya tienes una tumba donde descansar. No te mortifiques por andar penando. 

Por la noche, ya en su casa y mientras se preparaba para dormir, escuchó que llamaban a su puerta.

-Compadre- dijo una voz hueca desde el exterior-; vengo a darte las gracias porque me quitaste del sufrimiento en que yo estaba, me salvaste a mí y a mi hijo de la pena que los dos teníamos; ya voy a descansar, pero ábreme, quiero estrechar tu mano.

-No, comadre- contestó tratando de mantenerse sereno-, confórmate con lo que ya hice por ustedes, no me sigas molestando… anda, ¡vete!

El alma en pena no se dio por vencida y siguió insistiendo, rogando, suplicando, pero Graciano, haciendo caso omiso, parecía no escucharla. Sin presarle mayor atención se recostó y casi inmediatamente se quedó dormido. No supo cuánto tiempo más insistió su comadre. Al amanecer retomó sus labores. Preparó la yunta, amarró los bueyes y se dirigió al campo. Estuvo labrando la tierra durante todo el día, y al final de la jornada fue con sus animales al río. Estando allí nada se escuchó, ni el mínimo ruido, ni el más leve llanto. Levantó la mirada al cielo, contempló las nubes, miró el agua, su cauce tranquilo y las plantas apenas movidas por el viento… entonces sonrió con ternura. Su ahijado lo respetaba, no era capaz de asustar a su padrino. 

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Conclusiones:

En esta leyenda podemos encontrar varios elementos distintivos del espectro de leyendas en México como lo es la presencia de una mujer penando en un río por su hijo, lo que parece interesante en este caso es que el protagonista no reacciono de manera trágica, siendo una historia con una lección importante sobre la serenidad y la manera en la que se actúa ante ciertas situaciones. Al avanzar con las historias destinadas para este blog, podremos encontrar otras historias que mantienen ese misterio que es tan característico de las leyendas y a la vez los distintos desenlaces que tienen los protagonistas.


 

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